martes, 17 de marzo de 2009

odiar la competición


asume tu vida, dice lola sentada a mi espalda. efectivamente, pienso por dentro mientras escribo rápido sobre las teclas del ibook. pero para asumir tu vida, sigo pensando, tienes que tener un punto de claridad; de tiempo concentrado en poder pensar con calma y sin miedo sobre aquello, que cuando sientes está bloqueado, puedes escrutinar de forma tranquila, encontrarle solución y seguir adelante. o bien, radicalmente, dejarlo aparcado y empezar algo nuevo.
a veces por miedo o por factores externos que imponen presión, decides no observar.
dejé de competir en tenis porque lo que me gustaba era jugar: estar en la pista, pasarmelo bien con mis amigos todo el día al sol haciendo deporte y tomando té helado porque no daba flato. me gustaba jugar en tierra batida. se te llenan los calcetines de esa tierra rojiza y la bola corre suave: puedes resbalar y es más divertido el juego. me gustaban los clubs pequeños con árboles grandes y antiguos, con copas que ves desde la pista. los que son discretos y están en barrios de casitas bajas y hay un portero a la entrada que te conoce a tí y a toda tu familia y a los amigos que sueles traer. me gustaba irme a campeonatos nacionales porque era como estar en hoteles con chicos de toda españa que se acaban conviertiendo en grandes amigos, con los que te sientes más a gusto que con los del colegio porque llevas el mismo tipo de vida. tuve mis primeros jeans con 14 años. hasta entonces iba en chandal, de la pista al cole, del cole al club y luego a la federación y los chándales eran molones, de velour y colores brillantes y me sentía mucho más elegante que con un vaquero. además le llegaban a mi madre directamente de su amiga que tenía una fábrica y los diseñaba ella. y elegíamos nosotras las primeras. la marca se llamaba slatka. maravillosos!
y siempre disfrutaba en el club de las tardes que se hacían noches y te gustaba algún chico y a veces le gustabas a él y todo era sencillo. y luego las fiestas de fin de año y sentirme extraña y en parte especial por no beber o fumar cuando todo el mundo a mi alrededor lo hacía.

lo único que no soportaba del tenis era la presión.
hay gente competitiva que le encanta y le resulta un reto el ganar, no sé. a mí me daba igual. exactamente igual. no discutía las bolas confusas, si veía a una rival llorando la consolaba y casi que hasta le podía regalar el partido que realmente no me importaba. nunca me ha importado ganar o perder. ¿qué es eso? sólo me podía fastidiar por la respuesta o presiones de alrededor - padres/entrenadores...-
y ya llevando la cuestión al ahora, y asumiendo mi vida, -como dice lola- creo que las metas van a apareciendo cuando uno ya tiene las cosas más claras y se conoce mejor. o igual el ritmo de competición en el que lo válido es ganar por encima de la pérdida del otro nunca me ha convencido.
la presión la pone uno mismo: no creo que funcione de otra forma.

sin embargo echo de menos cada vez más el té helado y la tierra batida manchando los calcetines blancos. la sensación de las tardes eternas de verano en las que el sol va bajando de a poco; pasa de estar encima de tus ojos y resultar molesto al sacar a cuando ya son cerca de las ocho, y estás en la grada, hablando con amigos, riéndote de tonterías, con la piel tirante del sudor y ganas de darte una ducha o ir corriendo a darte un baño en la piscina.
hay que retomarlo.
igual en munich busco un nuevo club. mmmmm.

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